martes, 14 de junio de 2011

Producciòn Radial


Cuatro modelos de programación

Antes de seguir adelante, vale la pena recorrer los diferentes modelos de programación que se han experimentado en la historia radiofónica. Para esquematizar, hablemos de cuatro tipos básicos de programación: la total (de todo para todos); la segmentada (de todo para algunos); la especializada (de algo para algunos); y las llamadas radio-fórmulas.


Programación Total

También se la conoce como general, convencional, de servicio completo. Históricamente, es el modelo de la AM. En Estados Unidos, incluso en esa banda, ha ido desapareciendo a causa de la saturación del mercado que empuja más y más hacia la especialización. En Europa y América Latina, está vigente y convive sin dificultad con los otros dos modelos.

¿Qué caracteriza a la programación total? Ofrecer una variedad de géneros y contenidos a una audiencia igualmente variada. Esto no implica que todos los espacios sean para todo público. La segmentación de los oyentes se puede dar a nivel de programas, pero el conjunto de la programación pretende alcanzar a muchos y variados públicos.

Por esta misma variedad, resulta fundamental para el jefe de programación conocer las horas preferenciales de cada público ambicionado y ordenar en base a ellas los distintos espacios. ¿Cuál ha sido la distribución horaria más frecuente en la mayoría de nuestros países?

AMANECER (4:00 a 8:00). Alta audiencia de la radio. Predominan los informativos destinados a públicos adultos. En zonas rurales, revistas para madrugadores.

Mañana (8:00 a 12:00). Son las horas punta de la radio. Se ocupan con revistones de variedades dirigidos a un público prioritariamente femenino.

Mediodía (12:00 a 14:00). La televisión comienza a hacer competencia. Estas horas se suelen emplear para segundas tandas de noticieros, programas deportivos, culturales. La familia, supuestamente reunida, es su principal destinatario.

Tarde (14:00 a 18:00). Son horas de menor audiencia. Se suelen destinar, preferentemente, a un público juvenil pautando revistas musicales y notas ligeras.

Atardecer (18:00 a 20:00). Reina la televisión. La radio se concentra nuevamente en los adultos con una oferta de informaciones, programas culturales y enlatados.

Noche (20:00 a 24:00). Las horas nocturnas muestran un repunte de audiencia. La radio acompaña a conversadores y enamorados con programas de música del recuerdo y romántica. También abundan las tertulias políticas o de temas especializados. Y para los fiesteros, música bailable.

Madrugada (24:00 a 4:00). Estos espacios gozan de una notable audiencia entre choferes, vigilantes e insomnes. Predominan los espacios hablados y de mucha participación a través del teléfono. No faltan programas eróticos y esotéricos, muy coloquiales, muy cómplices con el oyente.

Veamos ahora la evolución que se ha venido dando en la estructura de la programación total. Al principio, fueron los mosaicos. La unidad de tiempo fundamental era la media hora. Los capítulos de las radionovelas duraban, generalmente, eso. Los noticieros también. Venía el espacio de música mexicana, el de tangos, un programa de niños, 30 minutos o una hora de música nacional, otra radionovela, otro informativo. El resultado era un mosaico de programas sin hilación entre sí. Contiguos, pero no continuos.

Escribo en pasado porque esta estructura está bastante abandonada en la mayoría de emisoras. Queda claro que una programación así, tan picoteada, difícilmente obtiene un buen posicionamiento. Además, los públicos resultan tan inconstantes como la misma ruleta de programas.

El estilo mosaico fue muy empleado en los comienzos de la radio por la natural experimentación del nuevo medio. También ha sido muy utilizado por programadores benevolentes de radios educativas: se asignaba media hora para el club de madres, media hora para los maestros, otra media para los agricultores y una más para los minusválidos. Conocí una radio que ofrecía 30 minutos para filatelistas y andaba reservando otros 30 para los amantes de pájaros.

Actualmente, la programación en mosaico solamente es utilizada por emisoras con problemas económicos que se ven forzadas a vender sus espacios. Y algunas otras de servicio público que emplean buena parte de su tiempo atendiendo minorías sociales, migrantes y otros sectores discriminados. Las radios de onda corta también se suelen estructurar así, en base a espacios de corta duración, por las características de sus audiencias, escasas pero muy activas, que buscan en la frecuencia extranjera programas sobre temas muy específicos.

De los mosaicos se fue pasando a los bloques. Esta segunda estructura —la más empleada en la actualidad— amplía la unidad de tiempo a dos, tres y hasta cuatro horas. El formato englobante para estas largas duraciones es la revista ómnibus, llamada por algunos revistón o contenedor. La variedad de los temas y recursos, así como la holgura del espacio, exige un elemento cohesionador. Éste no es otro que el conductor o la conductora de la revista, que pasan a primer plano en esta fórmula.

Los grandes bloques dan continuidad al conjunto de la programación. Permiten una gran versatilidad a la hora de componer el espacio. Los que antes eran programas o programitas yuxtapuestos y fijos, ahora se han convertido en secciones dinamizadoras y movibles dentro del bloque. Estas secciones suelen durar de cinco a diez minutos.

Algunas emisoras se mantienen en un estado híbrido: al interior del revistón, dan paso a programas de 20 minutos y hasta media hora, con sus correspondientes características de entrada y salida y sus conductores propios. Esta fórmula rompe la fluidez del bloque. Las secciones pueden titularse, incluso pueden tener sus identificaciones musicales, pero deben ser y parecer parte del programa global. Son secciones, no programas incrustados.

Los bloques más comunes se arman a partir de las franjas horarias ya mencionadas: el primer bloque informativo, la revista matinal para mujeres, la tarde para los jóvenes, la noche y madrugada para conversadores y noctámbulos.

La estructura de bloques no implica que todos los contenidos se enfunden en alguna revista ómnibus. Los espacios más largos pueden y deben combinarse con otros de corta duración. La información atravesará toda la programación con boletines y flashes. En el capítulo sobre la radiorevista ya nos detuvimos a explicar el armado interno de estos bloques.

Las ventajas de esta segunda estructura quedan confirmadas por la experiencia de muchísimas emisoras que organizan así su programación. Ganan en coherencia y no pierden en variedad. Los conductores ya no hacen visitas de médico, como en la programación de mosaico, sino que acompañan largos tramos de la jornada. Esto les permite establecer una relación más amistosa, casi familiar, con los oyentes.

Ahora bien, conducir una revista de tres y cuatro horas es tarea muy exigente. Hay que encontrar guapos y guapas para jinetear estos espacios de largo aliento, manteniendo siempre el mismo entusiasmo y un constante buen humor. De no ser así, los bloques se convertirían en ladrillos.

Y una tercera estructura, la de programación continua. Aquí se echan abajo todas las divisiones entre un programa y otro, entre una revista y la siguiente. La mejor imagen es el río, un flujo incesante de música, informaciones, secciones de distintos temas y formatos, comentarios y comentaristas apropiados para los diferentes públicos que predominan en cada momento. La programación se vuelve un sólo programa variado y englobante de 24 horas.

Vista así, esta tercera propuesta resulta atractiva. La realización de la misma, sin embargo, entraña sus riesgos. Los perfiles específicos de los diferentes tramos de programación pueden irse disolviendo, volviéndose todo muy parecido, uniformado. En una programación especializada esto no sería problema. En una programación total, que apuesta por contenidos y públicos variados, sí. Es como decorar una casa con diferentes ambientes, pero sin ninguna pared. Por otra parte, un exceso de espontaneidad podría arrastrar a la improvisación y dificultar el control de los objetivos programáticos. No hay que descartar esta estructura de completa fluidez, pero tampoco adoptarla sin precauciones.

Las tres estructuras mencionadas —mosaicos, bloques y continuo— también pueden desarrollarse en los otros modelos de programación que enseguida veremos.


Programación segmentada

Segmentar es seleccionar públicos. En este modelo, no se trata de la segmentación de uno u otro programa, sino de la programación en su conjunto, es decir, marcar un target global para la radio. Los contenidos de los programas, los géneros y formatos, siguen siendo variados. Pero toda esa variedad se orienta a un público objetivo, preferencial.

Si en una ciudad sólo existiera una emisora, ésta no tendría ninguna necesidad de segmentar su audiencia. Es lo que pasaba antes, cuando no había tanta oferta en el dial. O lo que pasa todavía ahora en zonas rurales o con menos competencia. El origen de los modelos de programación segmentada y especializada tiene relación directa con el mercado y la publicidad.

¿Qué variables se toman en cuenta para segmentar los públicos? Ya lo vimos cuando la música: las clases y sectores sociales, el sexo, las lenguas y la edad. Este último elemento —la edad— se ha convertido en el más decisivo a la hora de escoger audiencias. Especialmente en cuestiones de música, los gustos varían más según los años que la escala social o el sexo.

En este segundo modelo de programación, encontramos las radios juveniles, las radios femeninas, las radios que buscan captar el creciente segmento de los migrantes del campo a la ciudad, las emisoras infantiles. Radio Chavala en Managua y Radio Upa en San Salvador orientan todos sus espacios a los niños y niñas. Están también las emisoras segmentadas a partir de la lengua madre de sus oyentes. Radio San Gabriel, en La Paz, dedica toda su programación desde hace 40 años a los aymaras del altiplano. Las emisoras del INI, en México, se concentran en audiencias indígenas. Existen radios sindicales, radios campesinas, radios para el populorum y para la pituquería. Un colega de Bogotá me anunció una radio de viejitos y viejitas con este slogan: la primera para la tercera edad.


Programación especializada

Un paso más. Ya no sólo segmentamos la audiencia, sino que vamos a especializar la programación. Es la misma lógica de una editorial que se dedica a publicar textos escolares o diccionarios para ganar un nicho de mercado. ¿Qué se especializa en este tercer modelo? Unas veces, los géneros radiofónicos. Otras, los contenidos, la temática tratada en ellos.

Especializando los géneros, la radio —sobre todo, la norteamericana— ha experimentado los siguientes tipos de programación:

l All music. Sólo música. Son emisoras eminentemente musicales que, sin excluir algún boletín informativo, dedican un 90% o más de su tiempo a espacios musicales. No hay que confundirlas con las radio-fórmulas, puesto que cuentan con locutores en vivo, reciben llamadas telefónicas, varían los formatos musicales sin someterse al ciclo horario.

Las radios musicales se especializan en determinados ritmos: sólo música tropical, sólo rock, sólo románticas, sólo del recuerdo, según las audiencias que quieren alcanzar (sectores populares, jóvenes, mujeres, adultos).

l All news. Sólo noticias. En esta especialización se ofrecen informaciones locales, nacionales, internacionales, así como diferentes secciones de opinión y análisis, muchas entrevistas y algunos reportajes. Varían los formatos, pero siempre dentro del género periodístico. La principal audiencia, como se imaginará, es de adultos. Estas emisoras, bien manejadas, logran convertirse en líderes de opinión. La CBN de Rio de Janeiro no suena ningún disco en sus 24 horas de programación. Su slogan lo dice todo: a rádio que toca notícias.

l All talk. Sólo palabras. Esta modalidad, más empleada que la anterior, prioriza la información, pero incluyendo todo tipo de programas hablados, consultorios, tertulias, debates, mucha participación popular, programas de intermediación entre ciudadanos y autoridades. Eso sí, no hay espacios musicales. El único soporte es la palabra. Es el caso de Radio Programas del Perú.

La especialización puede darse también a nivel de contenidos. Los ejemplos más claros de este tipo son las radios religiosas que se pasan todo el santo día predicando la palabra de Dios. Hacen uso de los más variados géneros radiofónicos (musicales, dramáticos, informativos, hasta realizan milagros en cabina). Estas iglesias electrónicas han proliferado durante los últimos años y en todos los países de la región. Por lo visto, captan tantos adeptos como limosnas.

Algunas radios se han especializado en contenidos deportivos, incluyendo no sólo las informaciones y comentarios, sino las transmisiones en vivo. Podría pensarse en una emisora que priorice los contenidos ecológicos, la educación ciudadana o los derechos del consumidor.


Las radio-fórmulas

Son también conocidas como radios de formato, porque en este modelo de programación se determina no solamente el público, el género y los contenidos, sino hasta el mismo formato, repetido con muy ligeras variaciones durante todas las horas, todos los días y todas las semanas del año. Ya conocimos los experimentos de McLendon con sus famosos relojes musicales. Estos hot clocks, relojes calientes, acaban perdiendo temperatura a falta de conductores en vivo y participación de la audiencia. Quedan a cargo de una buena computadora.

El esquema puede aplicarse también al campo informativo. Una de las primeras radio-fórmulas en América Latina fue la cubana Radio Reloj, cuya rutina consistía —y sigue consistiendo desde hace 70 años— en dar la hora cada minuto, resumir las principales noticias del momento, y acompañarlas con el característico goteo del segundero.

Estas emisoras disfrutan de una audiencia tan fiel como puntual, que las sintoniza en períodos breves para actualizarse rápidamente sobre lo que está pasando en el país y en el mundo.


Compito, luego existo

La competencia no la inventó el sistema capitalista. Viene inscrita en los códigos genéticos, en la inmisericorde ley de la selección natural. Viven y prosperan las especies que mejor se relacionan con su entorno. No las más fuertes ni siquiera las ostentosamente equipadas por la naturaleza, sino aquellas que logran adaptarse mejor al medio real en donde están situadas. Los colosales dinosaurios se derrumbaron, mientras las pequeñas y astutas musarañas crecían y se multiplicaban.

Esta ley de la vida vale también para la radio: ganarán aquellas emisoras que mejor conozcan a su audiencia, que mejor satisfagan sus gustos y mejor respondan a sus necesidades. La gente tiene muchas opciones en el dial. ¿Por qué habría de escucharme a mí? ¿Qué tiene mi radio que no tengan las otras? Esa pregunta hay que hacerla permanentemente por una simple razón: el oyente es libre. En una conferencia aburrida, la gente no se levanta y se va por el qué dirán los otros. En un cine —entrada pagada, tiempo gastado—, la película tiene que ser muy mala para dejarla por mitad. En cuestiones de radio, sin embargo, las cosas son más sencillas. Nadie se entera si giro el botoncito y cambio de emisora, el esfuerzo para hacer esta operación es mínimo. ¿Cómo asegurar, entonces, la audiencia? No hay filtros mágicos para lograr esto. Puede ocurrir que una emisora siga siendo sintonizada durante un tiempo gracias a otra ley de la naturaleza llamada inercia, que funciona también en comunicación y que inclina al oyente a quedarse en la estación conocida. Pero esta fidelidad no dura eternamente si la tentación es fuerte. El público puede divorciarse, escaparse con la emisora de la competencia. La anterior pregunta se llora amargamente, cuando ya no hay remedio: ¿qué tenía ella que no tenía yo?

No hay que fiarse de las primeras respuestas de los oyentes cuando uno investiga sus preferencias radiofónicas. Seguramente, usted habrá sido testigo de algunas encuestas similares a ésta:

—¿Qué radio escucha?
—Radio Santa Teresa.
—¿Y por qué escucha esta radio?
—Ehh… porque es cultural y nos ayuda.
—¿Qué programa le gusta más de Radio Santa Teresa?
—Todos.
—¿Alguno en particular?
—Ehh… Todos.
—Y dígame, ¿cuándo escucha Radio Santa Teresa?
—Siempre, yo siempre estoy pegado a esa radio.
—¿Se acuerda de qué habló ayer Santa Teresa?
—Ehh… Ayer no escuché porque…
—¿Y anteayer?
—Es que anteayer tampoco pude porque…

Este vecino no sintoniza nunca Radio Santa Teresa. Tal vez la escuchó en otras épocas, cuando en su pueblo sólo se captaba la señal de esta emisora, o cuando la Santa tenía programas menos santos, más divertidos. Ahora, al ser abordado por el encuestador, siente un cierto complejo de culpa. Dicha radio es educativa y él aprecia la educación. Dicha radio es cultural y él quiere saberse culto. El debería escucharla, aunque no lo hace. Así las cosas, nuestro amigo responde al cuestionario desde una mala conciencia, no desde sus hábitos reales.

En un taller de programación radial, tenía como participante al P. Rufino Lobo, dominico, buen amigo, director por entonces de Radio Quillabamba, en el oriente peruano.

—Rufino, ¿en qué lugar del rating está tu radio?
—En el primero —contestó con aplomo.

La respuesta me sorprendió, conociendo las dificultades que tenía Radio Quillabamba, su escaso personal, los casetes que el mismo Rufino había traído al taller, muestras de programas lentos, realizados con tanta voluntad como inexperiencia. 

—¿Están en el primer lugar, Rufino? —insistí desconfiado.
—Sí, por allá todos están enganchados con nuestra emisora.
—Por cierto —se me ocurrió preguntar— ¿cuántas emisoras se pueden escuchar en tu zona?
—Sólo la nuestra —respondió feliz, con sonrisa de triunfador.

Es fácil ocupar el primer lugar cuando sólo hay uno. Años más tarde, me crucé con Rufino y lo hallé preocupado. Acababan de instalar dos FMs en Quillabamba con música cautivante para la juventud y toda la nota moderna. No quise preguntar su posición en el rating, sospechando que ahora ocupaba el tercer lugar.

¡La competencia! Algunas radios de carácter educativo asumieron durante un tiempo actitudes candorosas. Nosotros hacemos lo que podemos —le oí decir a un obispo guatemalteco, dueño de una emisora— y que los otros hagan lo que quieran. Nosotros no estamos compitiendo con nadie… El asunto, monseñor, es que ellas sí están compitiendo con usted.

Esa actitud —hay que reconocerlo— se relaciona con la forma relativamente cómoda con que muchas radios educativas obtenían y aún obtienen sus fondos: donaciones de agencias de cooperación o del Estado.

No discuto la excelente voluntad de las financiadoras ni el deber estatal de favorecer una comunicación de servicio público. El problema está del otro lado. Acostumbrados a recibirlo y no a producirlo, el dinero que llegaba a la radio no se relacionaba con la calidad de los programas. La pregunta es inevitable: estas emisoras de filantrópicas intenciones, ¿se han mantenido en el aire por la bondad de sus emisiones o de sus donantes? O dicho en negativo: si les quitaran los subsidios, ¿resistirían la competencia de las radios comerciales?

No critico los proyectos recibidos de las agencias de cooperación. Al contrario, estas ayudas desinteresadas han permitido echar a andar y sostener económicamente a muchas radios educativas en el llamado Tercer Mundo. Mientras podamos recuperar alguito de lo que el Primero nos debe, pues mejor. Pero las agencias están recortando los aportes o priorizando otras regiones como África y Europa del Este. Igualmente, los Estados se achican, sus empresas se privatizan. Una emisora responsable no puede fundamentar su presupuesto indefinidamente en lo que llegue de afuera o de arriba.

En los campos de concentración, ante las barbaridades que cometían los nazis y que él mismo padeció, Dietrich Bonhoeffer dejó escrito: aprender a vivir como si Dios no existiese. Nadie vendrá a solucionarnos los problemas, tenemos que defendernos con nuestras propias fuerzas, sin esperar ningún auxilio del cielo. Creo que la atinada pero inquietante recomendación de aquel teólogo protestante vale también para las radios educativas y comunitarias. Me atrevo a glosarla diciendo que estas iniciativas tienen que crecer y desarrollarse como si les hubieran cortado las ayudas internacionales o estatales. Aunque todavía las reciban, hacerse ya a la idea de que no van a recibir más. Y que la única posibilidad de mantenerse en el dial es compitiendo a base de calidad con las demás radios. Compito, luego existo.




[1] Véanse los bien fundamentados capítulos 4 y 5 del libro de Josep Ma. Martí, Modelos de programación radiofónica, Feed Back, Barcelona, 1990.

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